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Día de muertos fiesta mayor del mexicano

Celebran con mascaras, altares, bailes y cantos.

Esteban Villalobos

sábado, 02 noviembre 2019 | 10:33

Parral.- Los mexicanos convierten el Día de Muertos en su mayor fiesta, en un evento icónico de su folclor y con la participación de diferentes escuelas, así como empresas privadas y autoridades gubernamentales, la ciudad luce llena de altares de muertos celebrando la muerte como un acto de reencuentro con los seres queridos.

Calaveras sonrientes invaden las calles, son máscaras tras hordas de mexicanos eufóricos que bailan, cantan y festejan.

El uno y dos de noviembre son días peculiares en todo México. Sus infinitas calles se llenan de color y de las tonalidades vibrantes de miles de flores. Es el Día de Muertos, la mayor fiesta que uno puede conocer en este país. Un evento tan estético e irrepetible que la UNESCO lo ha declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Es una tradición que, lejos de perderse con el paso de los años, se asienta cada vez más. Unifica a la población porque todos, de cualquier estrato social, coinciden en la misma euforia.

Se trata de una ceremonia religiosa, pero profundamente apegada al folclore.

Los comercios se ven de pronto plagados de elementos decorativos, con calaveras y esqueletos de todos los tamaños, formas y colores.

Y en las escuelas y dependencias ponen altares y hacen ofrendas para recordar a los muertos. Pero sin tristeza ni añoranza, todo lo contrario: celebrando su recuerdo en un día tan señalado.

El Día de Muertos parte de una creencia azteca, pero se funde con el poso cristiano que dejaron las colonias españolas. Los indígenas veían la muerte como un punto de partida, un despertar y renacimiento a otro mundo mejor. Los españoles celebraban sus funerales con misas y ofrendas sobre las sepulturas de sus muertos. Los nativos mezclaron ambas tradiciones en la coincidencia del Día de Todos los Santos con el Día de Muertos, y le añadieron el componente festivo y optimista típico de la personalidad mexicana.

La tradición, se concreta en la ofrenda. Se trata de obsequiar a los difuntos con comida, bebida y objetos valiosos. Los aztecas creían que sus almas comenzaban después de la muerte un viaje largo que requería que los difuntos fueran enterrados con todo lo esencial para una travesía segura.

Al contrario de lo que ocurre en otros países, en el Día de Muertos no predomina el negro sino la policromía y la felicidad. Hasta los niños pueden disfrutar de ese dos de noviembre.

De esta manera se puede observar en diferentes puntos de la ciudad sobre todo en el Centro Histórico los elaborados Altares de muertos, donde destacan los realizados por las instituciones educativas de nivel medio superior.